Por Dra. María Dolores Pérez Ubieta
•
8 de diciembre de 2020
La vida es cambio, movimiento y transformación. Como todo en nuestro Universo, el ser humano sigue evolucionando. En el artículo anterior mencioné que el Dr. Shultz descubrió la relación entre la paciencia y el neurotransmisor dopamina. Esta virtud, situada en el lóbulo prefrontal, es resultado de la evolución humana. Perder la paciencia es un impulso primitivo, instinto de protección física y sobrevivencia emocional, además de ser totalmente adictivo, por ser resultado de gratificación inmediata. Neurocientificos de la Universidad de Iowa han descubierto que la paciencia se agota, aunque eso es algo que ya todos sabíamos. La novedad estriba en que el autocontrol es un recurso finito que se desgasta con el uso, es decir que cuando se usa de forma continuada es más difícil mantener después la calma en una experiencia similar. A medida que el autocontrol se agota, el lóbulo prefrontal dorsolateral, que es quien toma las decisiones inteligentes, se activa con menos intensidad. Es la falta de actividad neuronal en esta zona del cerebro la que hace que no actuemos con sensatez. La buena noticia es que el cerebro se puede entrenar para renovar y no desgastar sus recursos, es decir que podemos aprender a desarrollar paciencia creando nuevas neuronas (neuroplasticidad). Un ejemplo muy básico es el de los niños a quienes se les da todo durante la infancia y la adolescencia: éstos se convierten en adultos impacientes que buscan gratificación inmediata (además de volverse unos ególatras de cuidado). Sin embargo, aquéllos que tienen que esperar por la recompensa, a quienes no se les da todo fácil, aprenden a ser pacientes, sus cerebros están entrenados, se convierten en adultos acostumbrados a esperar y que saben cuándo pueden conseguir lo que desean. ¿Alguna vez has pensado que cuando eres impaciente con una situación o con alguien cometes una agresión y además te atacas? Ser paciente es también practicar la compasión y la empatía con uno mismo y con los demás. Sufrimos cuando estamos impacientes porque es una respuesta estresada a aquello que nos incomoda. El efecto es una agresión que se puede sentir en el cuerpo y en la mente. Aprender a controlar la paciencia es aprender a cuidarte, a perdonarte, incluso a amarte; el amor es la esencia de la compasión. Donde no hay paciencia, no hay compasión, ¿habrá amor a uno mismo o a los demás? La impaciencia es sinónimo de egoísmo, somos impacientes cuando las cosas no van como nosotros queremos o creemos que deben ir, cuando, la gente que tenemos alrededor e incluso nosotros mismos no cumplimos nuestras expectativas, o cuando no recibimos gratificación inmediata. ¿Te imaginas un mundo sin colas en las que esperar, gente siempre puntual, sin retrasos en los aeropuertos, sin tráfico cuando sales reventado de trabajar, y con todos los que te rodean cumpliendo tus expectativas? ¿Dónde hay que firmar? Pues lo siento, es muy poco realista, así que empieza a entrenar el cerebro, el corazón, y el alma. ¿Qué es “Mindfulness”? Cuando estés en una situación que te genera impaciencia, reconoce y observa cómo te sientes, cómo te afecta física y emocionalmente. Pregúntate si hay algo que puedas cambiar en ese momento que no empeore el ambiente para los demás o para ti, (por lo general, no). Si es una situación personal ¿vale la pena ser paciente con esa persona? (por lo general sí, especialmente cuando menos adecuado nos parece). Lo anterior es un ejercicio de “Mindfulness”, atención plena o presencia mental, aprender a relacionarnos de forma directa con lo que ocurre en nuestra vida aquí y ahora en el momento presente. Cuando eres impaciente, piensas en el futuro, en algo que no ha ocurrido aun, no permites trabajar con tu realidad ni con los desafíos que la vida te presenta en el momento. Una vida, de la que huyes continuamente, a la que no pones atención y en la que estas más preocupado por lo que no ha ocurrido, te conduce al descuido, a reaccionar de manera automática, a evadir tu realidad de forma primitiva y desadaptativa. El que huye tiene miedo a reconocerse a sí mismo, a enfrentarse con las cosas que tiene que trabajar, es incapaz de controlar su reacción, por lo tanto huir es su forma de controlar el entorno. La atención plena permite el equilibrio interno, la integración de cuerpo, mente y espíritu, una mayor capacidad de compasión, empatía y razonamiento. Como combatir los efectos de la impaciencia; · Respira profundamente, aguanta el aire por unos segundos y suéltalo en tres tiempos poco a poco. Intenta repetir el ejercicio (sin hiperventilarte) al menos 5 veces. Concentrarte en la respiración te permite enfocar la atención hacia ti en lugar de en el exterior. · Reflexiona sobre lo que esta pasando dentro de ti en ese momento. ¿Lo que deseas es verdaderamente importante? Siempre existe una razón, por lo general una mucho más profunda y significativa de la que pensamos. · Busca al menos 10 cosas positivas que puedan generar la situación. · Aprovecha los momentos de espera para hacer otras cosas. · Recuérdate a ti mismo que las cosas toman su tiempo y que todo pasa por una razón. · Déjalo ir, así de sencillo, a veces no se puede hacer nada así que mejor no torturarse, cuando menos esperes llegará lo que deseabas o lo que te corresponde. · Sé flexible, la vida es cambio, movimiento y transformación, permite que tu cerebro evolucione.